UNA HISTORIA DE CAFE

Yo crecí en un ambiente de campo. Mi madre solía hacer la temporada de la recogida de café en las montañas cuando yo era una niña y al regresar a casa le ayudaba a despulpar todas las cerezas maduras, un trabajo completamente manual, para colocarlas después sobre unas mantas al sol y moverlas con mucho cuidado así se irían secando los granos y estarían listos para su tueste y la molienda del mismo. Solo quedaba después llevarlos a la cocina y preparar una colada de café, ese momento tan mágico en la cocina de cualquier casa cubana. Yo tomo café desde que era muy niña, mi abuela me preparaba cada mañana una taza de leche con café, que es así como le decimos nosotros en Cuba, y mi taza era un jarrito de metal muy pulido que me encantaba. Nunca imaginé que aquellos momentos hoy se convertirían en mi gran pasión, el mejor día comienza siempre después de una buena taza de café.